domingo, 26 de febrero de 2012

COPAGO A DEBATE.

En un año en España se registran unos 215 millones de consultas con el médico de Atención Primaria y unas 32 millones con el pediatra, según los últimos datos del Ministerio de Sanidad. A un euro por cada una... Se podría, dicen, «llenar» algo más la hucha del sistema sanitario, cada día más vacía. Pero lo cierto es que en ralidad no es una cantidad muy significativa, una migaja para los 15.000 millones de euros de deuda histórica de la Sanidad española, acumulada por los sucesivos gobiernos en un modelo en el que siempre se presupuesta por debajo de lo que se gasta. Lo mismo ocurriría si se toman, a modo de ejemplo, las hospitalizaciones. De los 3.948.615 ingresos de 2009 (últimos datos del Ministerio de Sanidad) con una moneda por cada uno de ellos, las arcas estarían menos desiertas, pero no parece solución definitiva.

Con todo, no son medidas descartables ni irracionales, aunque sí impopulares. Hay otras actuaciones que contribuirían a la salvación de un sistema sanitario herido de muerte por la crisis actual y la dejadez en época de bonanza. Algunas medidas son una ligera «imitación» de lo que ya llevan tiempo haciendo otros países europeos como Portugal, Francia o Italia. En los dos primeros abonan uno y dos euros respectivamente, mientras que en el caso de los italianos, aunque es gratis el de familia, cuando van al especialista les sale por unos 30 euros.

Según explica Sergi Jiménez Martín, profesor de la Universidad Pompeu Fabra e investigador de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) «el problema es que en España se visita demasiado al médico por trámites administrativos que hacen perder mucho tiempo». Pero este sistema «moderador» de visitas puede provocar, según algunos analistas, un mayor gasto en hospitalizaciones o bien de la asistencia a urgencias directamente. Algo que otros países logran evitar. ¿Cómo? Pagando más. De hecho, en Italia, presentarse en el servicio de urgencias de un hospital es gratuito siempre que sea por una emergencia grave. Pero si es un problema cuyo tratamiento no les corresponde, sino que es de un servicio de Atención Primaria, el usuario deberá abonar 25 euros, según quedó establecido tras las reformas introducidas por el Gobierno de Mario Monti. Solamente Reino Unido es algo más parecido al sistema actual español, pues allí no pagan costes extra por visitas o ingresos.
Hospitalización

En cuanto a la estancia hospitalaria, puede resultar bastante difícil convencer a la población de que pague un euro por permanecer ingresado, pero es una cantidad casi irrisoria para otros ciudadanos europeos, como los franceses, ya que este pago es bastante más elevado. Ellos tienen el denominado «Forfait hospitalario» (participación fija por hospitalización), que es la contribución del paciente a los gastos de hospitalización y estancia en el centro. Una cantidad única de 18 euros por día en hospitales y clínicas, y 13,50 euros por día en centros de psiquiatría, que se debe abonar por toda internación superior a 24 horas. Y esta participación no la reembolsa la Seguridad Social, sólo algunos seguros médicos complementarios.
En nuestro país el planteamiento sería costear los servicios como, por ejemplo, la comida. El investigador de Fedea sostiene que «hay que diferenciar asistencia sanitaria de la gestión de servicios sanitarios. Además, no es tanto el cobrar por esos servicios, sino por el abuso que se hace de ellos a veces. Si una persona quiere una habitación para ella sola, es normal que pague por ello».

Cabe recordar que el copago que ya existe en nuestro país y el ciudadano paga el 40 por ciento de los medicamentos (salvo los mayores de 65 años y los pacientes crónicos) con receta pública, se queda corto. Por eso cada día surgen posibles soluciones que no generan sino el debate social. Léase, por ejemplo, una de las últimas: el copago farmacéutico en función de la renta, a favor del cual se mostraron comunidades como Madrid o Galicia. Un plan según el cual ni todos los pensionistas quedarían exentos de pagar, ni todos los activos deberían abonar la misma cantidad, sino que lo harían en función de los ingresos de cada uno.

Y aunque hay quienes dan el visto bueno a esta opción –pues cuestionan que un pensionista con posibles no pague nada y sí lo haga una persona de 35 años que apenas sí llega a fin de mes–, otros sostienen que estos mayores, si perciben pensiones elevadas se debe a que durante muchos años han estado cotizando para «ganarse» dicho privilegio. No obstante, según Jiménez Martín, «no es fácil hacerlo de forma inmediata, pero sí al cabo del año».

Según el informe «Los sistemas de copago en Europa, Estados Unidos y Canadá», realizado por el IESE Bussines School, el diseño de copago debería «ser distinto del que actualmente tiene en los medicamentos, que es independiente de la capacidad económica del ciudadano».
Una carta más de la baraja de propuestas se cierne sobre los medicamentos. Además de la implantación del «cataloguiño» gallego (que sólo permite recetar 34 principios activos salvo necesidad terapéutica), otra opción que barajan es un nuevo «medicamentazo»: dejar fuera de la subvención los productos baratos para síntomas menores, como analgésicos para catarros o gripes y que no superan los tres euros de precio.

Tal y como explicó recientemente el director general de Farmaindustria, Humberto Arnés, es una opción «si queremos tener acceso a los más innovadores para tratar una enfermedad grave como el cáncer». Éste sería el tercero, tras el que ya planteara el Gobierno socialista de la mano de la entonces ministra de Sanidad Ángeles Amador, y años más tarde el propio Partido Popular, con José Manuel Romay. Sin embargo, es obvio que no resolvieron el problema.

Otra vía de pago directo de la Sanidad por parte del ciudadano es el pago por receta. Es el bautizado como «ticket moderador», en marcha en Cataluña por Artur Mas. Algo parecido se emplea en Europa para otros conceptos, como acudir al servicio de urgencias si acuden por su cuenta o sin un informe de su médico, y les cobran con independencia de la gravedad. En resumen, muchas medidas para tocar directamente al bolsillo para que, además de una recaudación, sirva para que el ciudadano valore una atención sanitaria que, de forma inconsciente, siempre consideró gratuita. Pero, tomadas de forma aislada, sin una reforma profunda, ¿servirán de algo? 

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